lunes, 18 de marzo de 2024

🔼 De cómo la URSS hizo desaparecer un mar interior del tamaño de Andalucía

 El Mar de Aral abastecía a millones de familias a mediados del siglo XX, hasta que las autoridades comunistas decidieron erradicarlo del mapa y convertirlo en un gran desierto de arena como si de magia se tratara


Barcos varados en el mar de Aral, en la Unión Soviética EOM

En 1933, el novelista francés Pierre Benoit escribía un relato para la revista 'Blanco y Negro' en el que describía «las flores pasionarias azules que crecían durante la primavera en las orillas del mar de Aral». Una gigantesca porción de agua situada en Asia Central, entre Kazajistán y Uzbekistán, que con sus 68.000 kilómetros cuadrados fue, durante muchos siglos, el cuarto lago más grande del mundo. Uno que llegaba casi al tamaño de Andalucía o con el doble de superficie que Cataluña... hasta que la URSS decidió acabar con él como por arte de magia.


Donde hubo agua, esturiones, truchas, lucios, carpas y percas durante diez mil años, hoy solo queda arena y barco varados, en una imagen tan extraña como trágica, que casi parece el decorado de una película. Una especie de cementerio fantasma de chatarra, pero que a lo largo de la historia era un mar que se beneficiaba de las importantes aportaciones procedentes de los ríos Amu Darya y Sir Darya.

Solo estas dos arterias fluviales, que se nutren del deshielo de los glaciares del Himalaya, tenían el caudal suficiente como para llenar el lago, a pesar de que el calor evaporaba el 40% de sus aguas durante el recorrido. Gracias a ello, las poblaciones colindantes fueron muy prósperas y tuvieron importantes industrias de pesca, ganadería y agricultura. La región se convirtió en una especie de vergel alrededor del cual se desarrolló un importante comercio.

Todo funcionó a las mil maravillas en aquella vasta comarca durante las tres primeras décadas de la Unión Soviética. En 1949, ABC todavía informaba de una extraña «lluvia de ranas» sobre el gigantesco lago. Una noticia insólita, pero que daba cuenta de una región llena de vida: «Han llovido ranas sobre el pueblo de Kazaly, en Kazajistán, junto al mar de Aral. Se cree que una tromba de agua absorbió las ranas de varias lagunas y las precipitó sobre el pueblo, como ha ocurrido en varios lugares del mundo».


Dejarlo morir

Sin embargo, el régimen comunista cambió drásticamente la situación y decidió que había llegado la hora de dejarlo morir en pos de un supuesto beneficio económico. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, el Kremlin decidió incrementar a cualquier precio la producción de algodón, el conocido como «oro blanco», cuya demanda mundial se había disparado a partir del conflicto bélico. A finales de los años 50, las repúblicas de Asia Central, especialmente Uzbekistán, comenzaron a expandir rápidamente sus zonas cultivables. El problema es que, en un terreno básicamente desértico, se decidió obtener el agua a base de desviar el curso de los ríos.


Los comunistas creían que podían dominar y controlar la naturaleza a su antojo. En 1956 inauguraron el canal de Karakum, de 1.100 kilómetros de longitud, una gigantesca obra de ingeniería cuya misión fue la de transportar agua del Amu Darya a las nuevas plantaciones de algodón robadas al desierto. Además, ese no fue el único caso. En su camino hasta el mar de Aral, los cursos del Amu Darya y del Syr Darya fueron interrumpidos en numerosos puntos de Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajistán.


El resultado fue espectacular: entre 1960 y 1988 la producción de algodón se incrementó en un 80% en Uzbekistán y en más de un 350% en el cercano Turkmenistán. A nivel comercial parecía una buena idea, pero a nivel medioambiental fue un desastre absoluto y las consecuencias no tardaron en llegar. Los expertos calcularon que la aportación de agua de ambos ríos al mar de Aral, que llegaba tradicionalmente a los 70 kilómetros cúbicos al año, se redujo drásticamente por debajo de los 20 en los años más favorables, y en la zona que ocupaba el lago comenzó a aparecer el desierto.


Pescado para la URSS

Donde antes había una enorme flota pesquera que llegó a suministrar la sexta parte del pescado que se consumía en la Unión Soviética, se quedaban los esqueletos de los barcos sobre la arena. 'Aral, el mar que agoniza', titulaba 'Blanco y Negro' un amplio resportaje de 1999 en el que analizaba «la mayor catástrofe ecológica del mundo». Y añadía: «Puede que sea demasiado tarde para evitarlo. Las proporciones de la tragedia son gigantescas y afectan directamente a la vida de millones de personas, a la supervivencia de numerosas especies acuáticas y terrestres y al clima de una vasta región de la URSS. El responsable de la muerte del que fue, hace solo unas décadas, uno de los mayores lagos de la Tierra es el ser humano».

ENLACES:

https://www.abc.es/historia/urss-hizo-desaparecer-mar-interior-tamano-andalucia-20240318183455-nt.html

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