Aunque es una realidad que nos está costando afrontar, el cambio climático influye en los alimentos que consumimos . Algo que tiene sentidos pues, como sabemos, los largos periodos de sequía y la falta de lluvia, por ejemplo, afectan de forma directa a la agricultura, lo que conlleva una reducción o pérdida de las cosechas y la necesidad de emplear más pesticidas.
En el caso de la ganadería, Carmen Healy, tecnóloga de los alimentos y miembro de la Junta Directiva de Alcyta (Asociación española de licenciados, doctorados y graduados en Ciencia y Tecnología de los alimentos) indica que un aumento de la temperatura provocará un estrés en el ganado que le hará más dificultoso alimentarse, lo que afectará a la calidad del producto final.
«Y en la pesca también se hará notar el cambio climático, ya que muchas especies de peces se verán obligadas a desplazarse a otras zonas. Incluso, algunas prácticas pesqueras, como la acuicultura , se verán afectadas por el aumento de la sequía y del calentamiento de las aguas», señala Healy.
Esta subida de la temperatura del mar aumenta la concentración de mercurio, por lo que se incrementará el número de peces contaminados, lo que podría repercutir en nuestra salud. «Además, el marisco se ve afectado por la toxina que produce un tipo de bacteria llamada 'Vibrio'».
Varios estudios como el denominado CLEFSA, llevado a cabo por expertos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), comparten que el cambio climático puede dar lugar a la aparición de enfermedades transmitidas por los alimentos, intensificarlas, o desencadenar otras producto de especies exóticas perjudiciales para la sanidad vegetal y animal. Algunos ejemplos serían las floraciones de algas tóxicas, bacterias marinas y de agua dulce potencialmente tóxicas, aparición de distintos parásitos, hongos, virus, vectores y otras especies invasoras.
Maduración, sabor, textura...
Uno de los aspectos principales en los que podemos notar como consumidores la presencia del cambio climático en los alimentos es en sus propiedades organolépticas (color, sabor, olor y textura). «Sobre todo en el caso de frutas o verduras cosechadas en campos de cultivo, ya que si no reciben la cantidad de agua que necesitan, pueden no llegar a crecer hasta un tamaño adecuado o no conseguir el punto de maduración óptimo», explica Healy.
Por otra parte, un exceso de agua provocado por las intensas lluvias puede conllevar la aparición de plagas , como el moteado del peral y el manzano, «producido por el hongo 'Venturia pyrina', en el peral, y 'Venturia inaequalis', en el manzano». «Y es que en presencia de mucha agua, durante más de 12 horas y a temperaturas de entre 15 y 23ºC, las esporas de estos hongos son capaces de germinar y crecer en estos frutos y hojas. En las peras y manzanas pueden llegar a agrietar su superficie y perder su valor», manifiesta la experta.
Varios estudios han puesto de manifiesto cierta pérdida de las características organolépticas en algunas frutas. Un caso concreto es el de la manzana Fuji , cuyas propiedades de acidez y firmeza se han ido mermando a medida que han ido avanzando los efectos del cambio climático. O, por ejemplo, la uva de vino, que debido al aumento de las temperaturas, la floración es más temprana y la producción más madura y dulce.
No solo la fruta se ve afectada, sino también vegetales y legumbres , como la lechuga . «Un aumento de la temperatura puede alterar la forma de la cabeza de esta planta, haciendo que parezca más hinchada y menos densa, estropeando el color de sus hojas por ausencia de clorofila, perdiendo ese color verde tan característico», declara Healy.
«El tomate también podría estar perdiendo ciertos macro y micronutrientes beneficiosos para nuestra salud, como pueden ser los carotenoides, un pigmento antioxidante que ayuda a mantener la presión arterial o a combatir el cáncer», indica la experta.
Y en el caso de las legumbres, como las alubias , están creciendo en muchos casos a una temperatura de 27ºC por el día y 22ºC por la noche, llegando a alcanzar un tamaño mucho más pequeño que aquellas que crecen a seis grados menos.
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