Las capas más superficiales del Cantábrico se están calentando en unos 0,2ºC por década. Por eso, comprobamos a bordo de un pesquero guipuzcoano que donde debería haber verdel encontramos tiburones, esturiones, serretas y salpas brasileñas
Es temporada de verdel en el Cantábrico. O debería de serlo, porque cada vez es más difícil encontrarlo por estas latitudes. Alberto Torrente arranca el motor de su barco de pesca, el Antiguotarrak, y se dispone a dejar el muelle de San Sebastián con su segundo de abordo, Chicho, y un polizón que les acompaña para narrar la jornada de pesca.
Al polizón le explican que la idea es dirigirse al oeste, donde los bancos de verdel son ahora más abundantes. Pero, enseguida, en las faldas del monte Igueldo, en una zona de aguas turbias, unas aletas empiezan a asomar entre las aguas. Alberto apaga el motor de su barco y exclama: «Mira, mira, son tiburones». Echan un poco de cebo alrededor del barco y se dispone a cargar los anzuelos. En efecto, son escualos que no tardan en picar y que salen del agua como rosquillas.
No es habitual que los tiburones se encuentren por esta zona, y menos tan cerca de playas turísticas como las de Zarauz o La Concha, pero no son las únicas especies atípicas que pescadores como Alberto y Chicho se están topando en el Cantábrico de un tiempo a esta parte. ¿El motivo? Ellos, que entre los dos suman 70 años de pesca en sus cañas, lo tienen claro: el cambio climático. «No habíamos visto nunca nada así».
Un poco más adelante, a la altura de Zumaya, los pescadores recogen un ejemplar que se parece mucho a una mojarra (muxarra, en euskera). Pero rápidamente se dan cuenta de que su captura no es una mojarra, sino un pescado totalmente inusual en la costa vasca, una salpa brasileña que, como su nombre indica, es más habitual de Brasil que de las costas españolas. No en vano es un pez que habita principalmente en las costas tropicales de Sudamérica y el Golfo de México. No del Golfo de Vizcaya.
Alberto le explica al polizón que, a veces, las salpas brasileñas se habían llegado a recoger en la costa oeste de África, «pero su avistamiento en aguas más frías como estas no forma parte de la rutina habitual de estas especies ni de la actividad pesquera de la costa vasca». Algo que atestigua el centro tecnológico Azti, que, en un informe alerta sobre el cambio en la biodiversidad de nuestros mares por el calentamiento global, «que está haciendo moverse más al norte a especies de aguas más frías y acercarse al Cantábrico a peces de mares más cálidos».
Arriba, Torrente, en la ventana de su barco. Abajo, un pescador sostiene una serreta, una especie rara hasta ahora en el Cantábrico. AZTI/ I. ARIZMENDI
Los pescadores recuerdan que ya habían cogido alguna que otra salpa brasileña en el pasado, pero que, al no saber muy bien de qué especie se trataba, la habían devuelto directamente al mar. «Ya habíamos oído alguna vez que habían aparecido en Canarias porque es una zona subtropical, pero aquí en Euskadi es una cosa bastante rara», sostiene Alberto. La jornada de pesca continúa y siguen recogiendo diferentes especies. «Mira, he cogido una serreta», exclama Chicho, y a los diez minutos sube del agua un esturión. «El mar está loco», dice mientras posa para la foto con su captura. «Verdel no está saliendo mucho, pero ya ves qué diferencia de especies. Se supone que el esturión se extinguió en España y actualmente en Europa solo se encuentra en Francia y Alemania, pero, mira, aquí tienes uno bien hermoso».
Cambios en Europa
Precisamente el centro tecnológico Azti ha liderado un estudio sobre ese cambio en la biodiversidad de los mares europeos que tiene la principal conclusión de que en los últimos años el Océano Atlántico ha experimentado una tropicalización de sus comunidades, aumentando la abundancia de especies propias de aguas más cálidas.
Guillem Chust, investigador de Azti y autor principal del estudio, explica que «el cambio climático está calentando el aire, y éste va gradualmente transfiriendo su calor a las capas superficiales del mar. Fruto de ello, el mar se calienta y se produce una expansión térmica. Por otro lado, este mismo calentamiento derrite los casquetes polares y glaciares cuya agua dulce entra en el mar. Ambos procesos, expansión térmica y aumento del volumen del mar son la causa del ascenso del nivel del mar».
Desde Azti han medido la temperatura en el Golfo de Vizcaya desde hace 40 años, a diferentes profundidades y mediante diferentes plataformas, como satélites, boyas, muestreos en embarcaciones y contrastado con otros estudios. Todas estas mediciones llevan a conclusiones similares: la temperatura de las capas más superficiales del Cantábrico se está calentando en unos 0,2ºC por década.
El nivel del mar está ascendiendo a 3,2 milímetros por año y se espera que para finales de siglo ascienda entre 50 y 80 centímetros en la costa vasca. Este ascenso puede provocar la inundación en ciertas áreas del litoral en condiciones de mareas vivas y daños en puertos, diques y paseos marítimos durante temporales. Se estima, por ejemplo, que se perderá gran parte de las playas a causa de ello. Ya a día de hoy, cuando hay mareas vivas, la playa de La Concha desaparece engullida literalmente por las aguas.
Un aumento actual de la temperatura del mar de 0,2 grados por década, y para finales de siglo de 1,5 grados a 2,5 grados, puede conllevar el desplazamiento de las áreas de distribución de la vida marina, cambios en su ciclo estacional y disminución de la talla de los peces. Quizá lo más preocupante sea que lleva asociado también una incertidumbre difícil de acotar por el papel que pueda jugar el océano en la regulación del clima y las múltiples respuestas de los ecosistemas marinos. «Así, la producción primaria del Golfo de Vizcaya podría verse afectada y no sabemos en qué dirección, aunque parece que el escenario más plausible sea de disminución, y ello implica además menos alimento para los peces», señala Guillem Chust.
La anguila es una de las especies de peces de interés comercial más vulnerables a estos cambios
«De las especies de peces que hemos analizado, hemos detectado desplazamientos hacia el norte del verdel, avance en el momento de la puesta de la anchoa y de la migración de los juveniles de bonito. Quizá el análisis de escenarios sitúa a la anguila como una de las especies de peces de interés comercial más vulnerables, y ya se encuentra en estado crítico. Nuestro estudio muestra que el cambio climático podría sumarse a las severas amenazas que ya se ciernen sobre ella: pérdida de hábitat, y explotación pesquera insostenible«, apunta el investigador de Azti.
Un cambio innegable
Y ante estas pesimistas conclusiones del estudio sobre cambio climático en el mar, los pescadores del Antiguotarrak aportan desde su experiencia en la mar su particular veredicto: «No se trata de algo más o menos probable: es un hecho. Lo que la comunidad científica viene advirtiendo durante las últimas décadas ya no da para más equívocos en manos de negacionistas«, sostienen mientras emprenden la vuelta al muelle de San Sebastián para descargar su atípica captura.
Alberto, que además de capitán y pescador es el armador del Antiguotarrak, se enciende un cigarro mientras dirige el timón: «Al hablar del clima, es habitual que nos quedemos en si llueve o hace sol. Es decir, nos centramos en lo que ocurre en la atmósfera. Pero ¿qué pasa con el mar? Si alrededor del 70% de la superficie de la tierra está cubierta de agua, es lógico pensar que su impacto en el clima es considerable. Y no solo eso, también sufre las principales consecuencias del cambio climático, algo a lo que hay que sumar el hecho de que se trata de uno de los principales motores de la economía mundial, así que, por el bien de todos, o al menos del nuestro: vamos a cuidarlo», sentencia el pescador.
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