El análisis de aguas residuales de todo el mundo revela que el papel higiénico es una de las principales fuentes de PFAS, un grupo de sustancias químicas persistentes en el medio ambiente y nocivas para la salud.
Es sabido que el análisis de las aguas residuales puede aportar pistas sobre el estado de las enfermedades infecciosas en una comunidad o el consumo de fármacos, ya se trate de sustancias con receta o de venta ilegal. Sin embargo también puede proporcionar información sobre compuestos persistentes y potencialmente nocivos.
Este es precisamente el caso de las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, más conocidas como PFAS, y las cuales pueden tener efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud de las personas. Si bien estas PFAS suelen ser un contaminante común de las aguas residuales, ahora un equipo de investigadores de la Sociedad Química Americana acaba de descubrir que una gran cantidad de ellas proceden de una fuente que hasta ahora había pasado desapercibida en los sistemas de aguas residuales: el papel higiénico.
Las PFAS son sustancias presentes es numerosos productos de cuidado personal, como cosméticos y limpiadores, que se utilizan a diario y luego se desechan por el desagüe. Sin embargo, hasta ahora pocos investigadores se habían planteado si el papel higiénico, que también acaba en las aguas residuales, podría ser una fuente de estas sustancias químicas.
Al transformar la madera en pasta para la fabricación de papel, algunos fabricantes añaden PFAS que pueden dejar residuos y contaminar el producto final. Además, el papel higiénico reciclado también suelen fabricarse con fibras procedentes de materiales que contienen PFAS. Es por ello que el profesor de ingeniería ambiental de la Universidad de Florida, Timothy Townsend quiso evaluar su posible acceso a los sistemas de aguas residuales, por lo que analizaron el papel higiénico y las aguas residuales de distintas partes del mundo.
Para ello el equipo de Townsend estudió los rollos de papel higiénico vendidos en Norteamérica, Sudamérica y Centroamérica, África y Europa Occidental, y recolectó muestras de lodos procedentes de depuradoras de aguas residuales de Estados Unidos. A continuación, extrajó PFAS de los sólidos de papel y los lodos, y analizaron la presencia de 34 compuestos.
Las principales PFAS detectadas fueron los llamados diPAPs, compuestos que pueden convertirse en PFAS más estables y potencialmente cancerígenas. En concreto, el diPAP 6:2 era el más abundante en ambos tipos de muestras, pero estaba presente en niveles bajos, en el rango de partes por mil millones.
A continuación, el equipo combinó sus resultados con datos de otros estudios que incluían mediciones de los niveles de PFAS en aguas residuales y el uso por persona de papel higiénico en varios países. Calcularon que el papel higiénico aportaba aproximadamente el 4% del diPAP 6:2 de las aguas residuales de Estados Unidos y Canadá. Esta cifra, no obstante, aumentó hasta el 35% en Suecia y hasta el 89% en Francia.
Los investigadores afirman que, a pesar de que los estadounidenses utilizan más papel higiénico que los habitantes de muchos otros países, los porcentajes calculados sugieren que la mayoría de las PFAS de los sistemas de aguas residuales de Estados Unidos proceden de cosméticos, textiles, envases de alimentos u otras fuentes. Sin embargo el estudio también identifica el papel higiénico como una fuente de PFAS en los sistemas de tratamiento de aguas residuales que, por ejemplo en algunos países europeos, puede contribuir de forma relevante a la contaminación por aguas residuales.
¿QUÉ SON LAS PFAS?
Las PFAS, sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, son sustancias empleadas en una gran variedad de industrias en todo el mundo. Se trata de químicos sumamente persistentes en el medio ambiente y en el cuerpo humano; es decir que no se degradan y pueden acumularse con el paso del tiempo.
Además, existe evidencia empírica de que la exposición a estas sustancias puede tener efectos perjudiciales en la salud humana, y así, estudios en animales han demostrado sus efectos adversos en los sistemas reproductivos e inmunitarios, problemas en el desarrollo, así como daños en órganos como el hígado y los riñones. También han sido relacionados con una mayor incidencia de cáncer.
Las principales vías de exposición a estos productos son a través del agua potable o de los alimentos, los cuales pueden contaminarse a través de la tierra y el agua empleada para el cultivo.
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